En este enorme país de
contrastes, al noreste de la capital mexicana (y al norte de Veracruz),
encontramos uno de los destinos que más llaman la atención a propios y
extraños. Se trata de la Huasteca, una región que engloba a los estados de
Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Tamaulipas, Querétaro y Puebla,
difícilmente definible, hasta el punto de determinarla como la región donde
habitaron y habitan los pueblos huastecos. Dentro de ella, sobresale por su vegetación,
belleza y atractivo la Huasteca Potosina, ya que ofrece densas selvas que
descubrir.
San Luis Potosí es uno de los
pocos estados del norte del país donde aún encontramos numerosas muestras de
arquitectura colonial, además de ecosistemas muy variados, que van desde zonas
desérticas a selváticas. La capital del mismo nombre constituye un importante
punto industrial del país, pero también un destino turístico y cultural, ya que
su centro histórico es parte del Camino Real de Tierra Adentro, Patrimonio de
la Humanidad por la UNESCO. En él se puede disfrutar de gran número de
edificios de estilo barroco y neoclásico, por lo que muchas veces la ciudad es
definida como “ciudad de arquitectura señorial”.
La Huasteca Potosina, a su vez, se
halla plagada de grutas, transparentes ríos, lagunas y cascadas impresionantes,
donde se pueden practicar rafting, buceo y otros deportes acuáticos. Uno de los
lugares más famosos para el buceo es la laguna de la Media Luna, que para más
inri es de origen volcánico, ya que la laguna no es sino un cráter volcánico
relleno de aguas sulfurosas a una temperatura de 30ºC y sorprendentemente
cristalinas.
No solo hay naturaleza y
ecoturismo en la Huasteca, si bien es cierto que es su principal atractivo.
Xilitla, Pueblo Mágico, no solo contiene el Jardín Surrealista creado por
Edward James (caprichos de ricos), sino que se ve envuelto por una magia de
color café, aroma a cascada y la cotidianidad de los habitantes en completa
armonía con el entorno.
El estado de San Luis Potosí,
además, desde finales del siglo XVI, posee importantes yacimientos de oro y
plata (y de otros minerales, como cobre, mercurio, estaño…), por lo que la
minería viene siendo tradicionalmente uno de los motores económicos de la zona.
Su situación geográfica privilegiada, debido a que es lugar de paso obligado de
grandes ciudades como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey y porque posee
un clima variado, le ha permitido erigirse como uno de los estados de mayor
abundancia, pese a que alrededor de 2010 y 2011 haya sufrido de la inseguridad
de sus estados colindantes.
Uno de los lugares antaño de gran
apogeo de la minería, hoy en declive, es Real de Catorce. Este pueblo, de
origen minero, poseía uno de los yacimientos en plata más ricos de toda
América, con vestigios de ello a partir del siglo XVIII. Casi vaciada la veta,
las minas dejaron de producir la cantidad acostumbrada de plata y el pueblo se
tornó en casi fantasma. En la actualidad es Pueblo Mágico, resultando un lugar
de visita obligada en la zona. Su magnetismo y misticismo atraen al visitante y
lo envuelven con un misterio indescifrable.
Resulta imperdible ascender al
cerro Quemado, lugar sagrado para los Huicholes, desde donde la panorámica
compensa sobremanera el esfuerzo realizado. La visita del pueblo, del mismo
modo, no deja a nadie indiferente. Pasear por sus empedradas calles
descubriendo su parroquia, la casa de la moneda (donde se acuñaron algunas
monedas únicas y de valor incalculable, entre otras muchas), la plaza Hidalgo
(que funciona como zócalo) y otros muchos lugares de interés, sin el trajín de
la vida diaria, hace de la visita una experiencia única. Tampoco se puede
evitar la visita a alguna de sus minas, como la de Santa Ana.
En estrecha relación con la zona
alrededor de Real de Catorce, coexiste una de las culturas más ancestrales y místicas
del país: los huicholes. Sus orígenes antropológicos no son del todo conocidos,
y su existencia fue prácticamente ignorada durante la Conquista, puesto que
residían (y residen) en zonas de la Sierra Madre Occidental de difícil acceso,
por lo que no solo se rigen por sus propias costumbres, sino que además siguen
ritos y creencias religiosas en su mayoría prehispánicas.
Autodenominados wixárikas, en la
cúspide de su organización social se encuentran los chamanes, que consumen
peyote en sus ritos (una especie de cactus alucinógeno), estableciendo contacto
entre el mundo de los dioses y éste. El peyote es tanto recogido como consumido
en lo que ellos denominan wirikuta, que incluye el cerro considerado sagrado en
Real de Catorce. Algunos visitantes llegan a la zona para probarlo, siempre
asesorados por un chamán que les va dirigiendo
en el viaje. Para los huicholes, el consumo de peyote tiene un simbolismo
un tanto incomprendido.
Sus vestimentas son muy coloridas
y están muy decoradas, con un significado religioso importante en todos los
casos. De igual manera, sus artesanías también pueden tenerlo, si bien muchas
de ellas se elaboran con fines comerciales. Recientemente se ha estrenado un
documental dedicado a esta cultura:
Pero no son solo un grupo de
indígenas con bella artesanía y elementos curiosos. Los huicholes son símbolo
de misticismo, atrayendo la atención de todo aquel que oye hablar de ellos. No solo
por sus costumbres, sino por su forma de entender la vida, la naturaleza, el
arte y el contacto con los demás.
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