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Yugoslavia (primera parte): Dalmacia

Por poner un poco en antecedentes, la región de Dalmacia se extiende por la costa croata y montenegrina, más o menos desde Zadar hasta Kotor. Con gran influencia veneciana, pero también bizantina, es un buen lugar de inicio para comenzar a descubrir la región de los Balcanes, la antigua Yugoslavia y su complicada historia.

Como ya comenté de pasada aquí, nuestro viaje por los Balcanes en realidad iba a ser una primera aproximación a la costa croata y a parte de Bosnia, pero la masificación que vimos en Dubrovnik y el hecho de que no teníamos reserva de ningún alojamiento más allá de Dubrovnik y Sarajevo nos permitió cambiar de planes. Y menos mal.



Llegamos a Dubrovnik un poco por casualidad, porque es adonde llegan la mayoría de vuelos baratos que vuelan a la zona. Como tampoco nos salía rentable alquilar un coche, estábamos a expensas de los horarios de autobuses, un poco difíciles de encontrar desde España, así que fuimos decidiendo todo sobre la marcha.

Pero ya está bien de hablar mal de Dubrovnik. En realidad, es una ciudad preciosa. Construida en piedra, es un auténtico decorado de película (por algo se rodó Juego de Tronos allí). La ciudad vieja, de entramado irregular, construida en piedra y bordeando la mar, está protegida por una increíble fortaleza, cuya muralla es visitable (aunque a precio de oro, razón por la que no fuimos, pero nos encontramos con rincones peculiares como el de la foto).


El gran pero de Dubrovnik es ver cómo ha perdido su esencia. Al igual que ha pasado con otras preciosas ciudades como Venecia, prácticamente nadie vive en su centro histórico, que ha pasado a ser un parque temático para turistas. Y fuera del casco histórico, tampoco hay mucho que ver, la verdad. Las calas que se aprecian desde la carretera de la costa y que recorren todos los pueblitos de los alrededores parecen idílicas, similares a las que podemos encontrar a orillas del Mediterráneo. Y, por supuesto, están sus puestas de sol.


Pasamos 3 noches en Dubrovnik (mucho más que suficientes). Mi consejo, si tenéis planeado un viaje por la zona, es que con pasar allí un día, basta. Y gracias al consejazo de nuestra amiga Adriana (del blog Idas · Venidas (aquí)), pasamos un día en Kotor (Montenegro). 


La bahía o ría de Kotor es un mal llamado fiordo, que se adentra en tierra a casi 30 Km de la costa. Rodeada por montañas, el paraje resulta sumamente llamativo. Kotor es su principal ciudad, pero alrededor de la misma se encuentran pequeños pueblos y fortificaciones, como Perast o Lepetane.

El bus tarda más de una hora en rodear toda la bahía hasta llegar a Kotor. Vaya coñazo, dirás. En parte, medio cierto, porque después de casi 3 horas de viaje desde Dubrovnik, ya estaba ansiosa por llegar. Pero, por otra parte, ir descubriendo la bahía, sus pueblitos y la belleza del entorno hacen que te olvides del tiempo y de esa prisa tonta que nos entra siempre por llegar. El camino también es lo importante, y en este caso merece mucho la pena.



La ciudad de Kotor es una hermosa villa medieval, con calles estrechas y coquetas (y, una vez más, con la convivencia de iglesias católicas y ortodoxas) y una fortificación que la rodea, de obligada visita. Desde lo alto del castillo, las vistas de la bahía son más que espectaculares. 



En definitiva, la primera toma de contacto con los Balcanes, o con su costa, me sirvió para sacar dos conclusiones: por un lado, me esperaba una Croacia salvaje, natural y, en cierta manera, anclada en el pasado, y me encontré con una costa turísticamente muy explotada y que había perdido algo de ese encanto particular que de vez en cuando asomaba. Como las mujeres enjutas y diminutas con su cartelito de "Sobe" (habitación) en las estaciones de autobús esperando a los viajeros. Por otro lado, constaté que Montenegro pasará a ser la nueva Croacia dentro de no mucho, pero que por el momento, tiene mucho que ofrecer. Aunque, sea cual sea tu plan, te invito a que lo descubras por ti mismo.

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