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Mediterráneo francés

En la región de la PACA (Provence-Alpes-Côte d'Azur, pero me encanta llamarla PACA, y de hecho, ya digo, es su nombre), hay numerosos lugares con mucho encanto. En este post os presento una selección de algunos de ellos, los que conocí mientras vivía allí. Empezando por la costa, hay varios destinos bastante interesantes y recomendables:

Marsella, Cassis, Cannes y Niza

Marsella, la capital de la región, quizás no sea de una belleza descomunal, pero la amalgama de habitantes (desde los más refinados franceses hasta los franceses cuyos abuelos o bisabuelos fueron inmigrantes, que típicamente viven en los banlieues, los suburbios) hace de ella una ciudad, cuanto menos, interesante. La influencia árabe de antiguas colonias como Argelia impregna su ambiente, y ya digo que el contraste de culturas te lleva a pensar que no estás ni en Francia, ni en la Europa occidental. Sin embargo, desgraciadamente, es en esta zona sur del país donde el Front National de Marine Le Pen obtiene un amplísimo porcentaje de votos. Y ese tema daría para otros tantos post.


Cassis, la vecina y pequeña aldea (al menos en comparación con Marsella, segunda ciudad más poblada de Francia) es, por contra, un pequeño pueblo costero que marca el final del parque nacional de las Calanques (calas) de Marsella y Cassis. Algunas, como la Calanque d'en Vau o la de Sugiton, pese a ser las más famosas, tienen un acceso bastante dificultoso (unos 45 minutos de camino bajo el sol del mediterráneo), pero merecen - y mucho - la pena.


Otros dos destinos algo más glamurosos son Cannes y Niza. Cannes tiene el encanto de su famoso festival de cine, pero además parece que estuvieras en un pueblito mediterráneo cualquiera cuando te pierdes en las callejuelas de su centro histórico. Sin el encanto de Niza, es una buena aproximación a la Costa Azul francesa, tan refinada y chic como bonita.

Niza, en cambio, tiene muchos más rincones interesante que descubrir, como el castillo, el centro, el mercado, el famoso paseo junto al mar (Promenade des Anglais) o sus numerosos museos. Imperdible perderse por las estrechas calles del Vieux Nice (barrio antiguo), donde no solo hay todo tipo de comercios y artesanías, también se observan las típicas dobles ventanas de los pueblos de los alpes, lo que le da un encanto rústico y especial a los edificios. 

De ruta por la Provenza francesa

Yo vivía en un pueblo del interior de la Provenza, Digne-les-Bains. Un pueblo muy rico en historia geológica, pero más bien pobre en vida (y para los 22 años que tenía cuando vivía allí, esto era una gran desventaja), aunque con unas increíbles instalaciones deportivas (y gratuitas), desde pistas de tenis, un lago artificial, cancha de volley-playa, pista de atletismo...


Sin embargo, es muy curioso cómo en cada pueblito en Francia encuentras lugares y rincones con encanto. Así que visites Digne, o las vecinas Barcelonette, Seyne, Gap o incluso Briançon (algo más alejado), cualquiera será una buena muestra de esa bucólica imagen de pueblo francés de la Provenza (o de los Alpes). Porque, además, esa imagen es real.

Además, los franceses se lo montan muy bien. Y con esto quiero decir que no sólo cuidan, protegen y patrocinan su patrimonio, sino que además aquellos lugares especialmente particulares entran dentro de una lista (Les plus beaux villages de France), especialmente recomendados, y donde además tratan de fomentar el establecimiento de artesanos locales. Y en la Provenza uno de los más bonitos que yo nunca he visto se llama Moustiers-Saint-Marie (adonde además aprovechaba a llevar a todas las visitas que recibí).


Moustiers-Saint-Marie es un lugar donde perderse y perder la noción del tiempo, pero además de su belleza ofrece un singular entorno. Flanqueado por montañas, rodeado de campos de lavanda y con los Gorges du Verdon en las proximidades, es un destino poco común, pero que no te deja en absoluto indiferente. 

En los Gorges du Verdon, la mayoría de visitantes alquilan algún tipo de kayak o pédalo (típico barquito a pedales, que no sé si tiene traducción al castellano) para dar una vuelta por las aguas del Lac de Saint Croix, de un azul que parece de mentira, pero para mí lo más impresionante es ir por la carretera que bordea sus altos acantilados, con unas vistas impresionantes. Y, sobre todo, para los amantes de la escalada. En multitud de ocasiones puedes verlos escalando paredes totalmente verticales, por encima de la niebla que cubre la parte baja del cañón.


Parques naturales, rutas y carreteras memorables

Pero, sin duda, lo que más me gustó de toda la región fue conducir. Sí, sí, en serio, conducir. Cualquier ruta de montaña te lleva a un pueblito coqueto, pero mientras tanto, la carretera te desvela una serie de vistas espectaculares. En una ocasión, atravesé la frontera con Italia por Briançon (dirección Turín) y descubrí un paisaje de alta montaña sin igual. Como para haber parado a orillas de un lago y disfrutado de una puesta de sol comiéndome un bocata.


Y es que la Provenza es así, para disfrutarla con poquito a poco sin prisa, como por ejemplo subiendo de ruta al Lac d'allos, en el Parc national du Mercantour (también se puede subir en coche, pero tiene menos gracia), o visitar el Parc national des Écrins, o descubrir la pequeña Barcelona (en serio). Barcelonette es un pequeño pueblo medieval a las puertas del Mercantour fundadao por el conde de Provenza (Ramón de Berenguer - ahora se entiende todo, ¿no?). Una vez más, un pueblecito bonito con unos alrededores de ensueño. Ya os lo he dicho, así es la Provenza.

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