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Sueños y esperanzas a bordo de un tren: otra realidad de México

Hay muchas clases de viajes. Y muchísimas de viajeros. Pero en esta ocasión quiero hablar de un viaje, de una realidad, que en la mayoría de los casos no tiene vuelta atrás. No es un viaje al uso. No hay elección. No hay placer. Es un viaje, una pesadilla, la que emprenden muchos emigrantes centroamericanos en su intento por llegar a EEUU.

México es el último obstáculo antes de llegar a su ansiado destino. Pero es el peor de todos. Salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, sobre todo, tienen que recorrer los más de 3000 Km que hay desde la frontera con Guatemala (Chiapas) hasta el río Bravo, que los separa de ese mal llamado “Primer Mundo”. Los que pueden, pagan unos 7500 dólares a los coyotes (personas que se dedican a llevar migrantes hasta EEUU, pagando mordidas a las autoridades), los que no, se suben a La Bestia, un tren de mercancías que va recorriendo el país.


No es solo el peligro que corren de que el tren los aplaste (suelen dormir debajo o al lado del mismo, porque a veces no sigue su camino hasta varios días después) o los mutile. Los cárteles los utilizan a placer como mercancía humana, o los asaltan continuamente y las mujeres son violadas. Por si fuera poco, las autoridades pocas veces se involucran, por lo que se encuentran completamente a merced de todo aquel con el que se cruzan en el camino. Solo algunas organizaciones se encargan de darles algo de comida y techo durante su trayecto, anotándoles en listas y listas de nombres que acaban en papel mojado, ya que las desapariciones no son denunciadas ni mucho menos investigadas.

Ni siquiera quien lo logra puede superar la angustia y el trauma de lo vivido. No valen nada. Ni para las autoridades mexicanas, ni para los sicarios, ni para los cárteles, que muchas veces los obligan a trabajar para ellos. Los que un día llegaron con esperanzas, se ven obligados a asaltar a compatriotas para seguir nutriendo de “gente gratuita” las organizaciones mafiosas. Es más que una pesadilla, más que un infierno. Y ellos acaban siendo una mercancía más de la que sacar provecho.

Sus realidades en sus países de origen no son tan malas. Pero el ansia por llegar a EEUU puede con ello. Y no les culpo. Buscan lo que todos buscamos, al final. Igualdad de oportunidades, una vida mejor para sus hijos, la posibilidad de empezar de cero y construir su vida tal y como quieren. Y, en lugar de eso, encuentran atrocidades en las que México procura mirar hacia otro lado.

La globalización ha abierto el mundo, ha provocado que se pueda comerciar con todo en todas partes. O casi. En cambio, las fronteras siguen cerradas. La mayor parte de la población mundial, esa que no vive en los “países del primer mundo”, no puede viajar a su antojo. Hay otros que sí. ¿Quién decide esto? ¿Por qué unos pueden y otros no? ¿Por qué nos creemos con el derecho de decidir que tú o tú por ser de este u otro país no puedes venir al mío pero yo sí al tuyo?

Por si quieres saber más sobre esto, aquí puedes encontrar un artículo de EL PAÍS de hoy sobre este tema:

Y uno de tantos documentales sobre La Bestia, el Tren de la Muerte:

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