Después de los últimos
acontecimientos (me refiero a la desaparición de 43 estudiantes, con las
autoridades políticas locales y policiales implicadas), me veo casi obligada a
escribir a este respecto. He defendido y defenderé que México no es inseguro. Y
sigo defendiéndolo, porque la idea de inseguridad que se tiene del país es
demasiado exagerada, demasiado excesiva, desproporcionada e irreal.
Pero sí es cierto que hay muchos
problemas. Como viajero, es difícil que te los encuentres, incluso como
extranjero residente en México. Primero, porque los mexicanos tienden a tratar
mejor a los extranjeros que a los propios compatriotas. Y más cuanto más poder
económico tengan.
Y segundo, porque los problemas a
los que me refiero son más bien institucionales. Afectan a los poderes
públicos, ya sean políticos, judiciales o policiales. Sí, la policía es
corrupta, y esto es de sobra conocido. Las mordidas
son muy habituales. Demasiado. Pero antes de juzgarlas hay que ponerse en el
papel de ese policía, mal pagado, que a veces hace turnos de muchas, muchísimas
horas, y tiene una familia a la que mantener. O le ofrecen dinero fácil, bien
pagado, sin riesgo. Al principio la mayoría lo hace por necesidad, y luego el
poder es demasiado suculento como para volver a una situación de precariedad.
Eso si tienen la oportunidad de escoger.
Uno de los graves (gravísimos) problemas de México es la
corrupción a todos los niveles. La sociedad no se fía de sus políticos, de sus
jueces, de sus policías. No tiene ningún tipo de confianza ni siquiera en la
información que le ofrecen los medios, porque tiene la sensación de estar
manipulada.
Recuerdo cuando, estando en
México, me enteré de la financiación ilegal del PP, de la cantidad de dinero no
declarado, de que el presidente del gobierno podía estar involucrado en ello.
Ante mi indignación, cuando se lo contaba a mis amigos mexicanos, solo recibía
respuestas del tipo “pues claro, son políticos. Ellos roban. ¿Qué esperabas?”.
Su normalización de una situación que, a mi modo de ver las cosas, era intolerable,
me desarmaba. Y ese también es otro
de los problemas que alimenta esta situación en México. Hay una cierta
normalización de la corrupción, asumiendo que los políticos roban, los policías
reciben mordidas, etcétera etcétera.
Pero una cosa es robar y otra
diferente es matar. Puede que los mexicanos no confiaran en sus
administraciones, que buscaran otra forma de hacer las cosas, que toleraran
mucha clase de abusos. Pero todo tiene un límite. Y 43 desaparecidos lo han sobrepasado
por completo. La sociedad ha despertado.
Ha despertado una universidad
tradicionalmente católica y súper conservadora, como la Ibero. Han despertado
las universidades privadas, elitistas, superficiales, que se mantenían en un
limbo aparte del conjunto más amplio de la sociedad. Han despertado las clases
socioeconómicas más despreocupadas, menos concienciadas. La gente ha despertado
y concibe el problema que supone la corrupción, la intolerable impunidad
política y policíaca y la unión lamentable entre el crimen organizado y los
estamentos gubernamentales. Los ciudadanos salen a la calle sin temor (o mejor
dicho, pese a él) dispuestos a pedir todo aquello que les es legítimo, aquello
de lo que han sido privados durante demasiado tiempo.
Pero espero que esto no solo
suponga un despertar. Espero que cambien mucho las cosas, poco a poco, para un
país con tantas oportunidades como México. Espero que la sociedad se una más,
se tolere y respete más, se pregunte por qué se cometieron atropellos de tan
grave calado contra la ciudadanía. Pero por encima de todo espero que se cumpla
ese grito, esa súplica, esa necesidad… “vivos se los llevaron, vivos los
queremos”.
Muy buen punto es lamentable que ocurra algo así, eso fue una tragedia para el país y es algo que sigue y seguirá causando indignación. Como ciudadanos nos toca exigir que esto no vuelva a pasar y pedir cuentas para que las cosas no queden impunes, espero que ahora que detuvieron al ex presidente de iguala y a su esposa les dejen caer todo el peso de la ley. Hoy como mexicano me siento siento avergonzado.
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