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Curiosidades sobre los Balcanes

Antes de viajar a Dubrovnik, en Croacia, Kotor, en Montenegro, Sarajevo y Mostar en Bosnia y Belgrado en Serbia (vaya resumen del viaje), apenas sabía nada sobre todos estos países. Cuando fui, encontré a mucha gente deseosa de hablar sobre la antigua Yugoslavia, y también deseosa de hablar con gente de otros países. Así que, además de disfrutar a tope y enamorarme de todos estos lugares, llegué a varias conclusiones bastante divertidas:

1. El bosnio, croata, esloveno, serbio y montenegrino, como idiomas, en realidad son variantes del mismo. En palabras de una chica serbia a la que preguntamos: “es como la diferencia entre el castellano de España y el de los distintos países de Latinoamérica”. Así que, aunque a nosotros todo nos sonaba rematadamente diferente (son lenguas eslavas), todo venía sonando más o menos similar (y eso que en Serbia y en Montenegro también tienen alfabeto cirílico).


Una de las muestras, en el bar de Tito en Sarajevo. 
2. Cada uno por sus razones, todos extrañan los tiempos de la Yugoslavia de Tito. Antes de ir allí, yo apenas sabía nada del tema (por algo soy de ciencias). Lo mejor es que cada uno tiene su punto de vista: Serbia, por la idea de la Gran Serbia; Bosnia, porque antes tenía industria; Croacia quién sabe por qué…

3. Aunque en cada país reciba un nombre ligeramente diferente, el plato típico es el ćevapi, algo así como unas mini salchichas (que están que te mueres de buenas) con un pan típico (que hace que mi boca salive como loca solo de pensarlo). Y no solo eso: ensaladas, ternera marinada con queso y muchas verduras y frutas. Increíble, pero cierto. Tienen una comida bastante similar a la que tenemos en España.


Uno de los banquetes que nos pudimos dar en Belgrado (por unos 4€ por barba).
4. El cacao de monedas es antológico. Casi igual que el cacao de las fronteras, las cuales tardan horas en pasarse. En Croacia tienen kunas; en Eslovenia y Montenegro, euros (sí, aquí vino nuestra sorpresa mayúscula, y es que en Montenegro se devaluó tanto su moneda que acabaron teniendo euros), en Bosnia, marcos alemanes (otra historia de devaluación, cuanto menos curiosa, teniendo en cuenta que no existe dicha moneda en Alemania) y en Serbia, dinares serbios. Por si esto no fuera suficiente, en Kosovo (a ver cómo explico esto), a raíz de su declaración unilateral de independencia (que no es reconocida, entre otros, por Serbia), hay tanto euros, como dinares serbios, en función de la mayoría étnica que domine la zona en cuestión. Ya empezamos con el cacao étnico balcánico.

5. Lo de las fronteras y carreteras. No es que las carreteras sean malas, porque no lo son. Pero el terreno es tan abrupto y escarpado que las autovías y autopistas son escasas, así que lo de moverte rápido de un sitio a otro… Vete preparándote para un no rotundo. Y si encima tienes que pasar fronteras (que son bastante habituales)… Por cierto, mejor no trates de atravesar la frontera por Kosovo. Las autoridades serbias no reconocen a las kosovares, y puedes tener un jaleo de campeonato con los sellos de tu pasaporte.



6. La cuestión de la guerra. No puedo hablar de Bosnia, en particular, y de los Balcanes en general, sin hablar de la guerra de Bosnia. Una guerra de la que conocía muy poco (no en vano, tenía entre 5 y 9 años entonces), y que, sin embargo, permanece aún muy presente, con unas cicatrices que no acaban de curar.
Primero, porque es de una complejidad insultante. Sin entrar densamente en todos los detalles, en Bosnia convivían tanto musulmanes, como ortodoxos, como católicos. Y cuando digo convivir, no solo me refiero con vivir en el mismo entorno. Me refiero a formar una sociedad mezclada, donde el padre de una familia podía ser ortodoxo, la madre musulmana y los hijos, católicos. Por ejemplo.
Segundo, porque no acabo de comprenderla. Una zona con tantos intereses en juego, con tanta historia conflictiva, que los detalles parecen marcar la diferencia, y parece que nunca llego a conocerlos todos.

Cada país la cuenta a su manera. Aunque ya os conté un poquito aquí, la historia tiene mucha miga. Entraron en conflicto temas culturales, temas económicos (había muchos intereses de países limítrofes y otros que históricamente habían tenido mucha influencia) e históricos. La zona, en general, y Bosnia, en particular, fueron lugar de conflicto desde los tiempos del Imperio Bizantino, después del Imperio Otomano, pasando por el Imperio austrohúngaro y terminando por la conformación de Yugoslavia. Toda esta zona balcánica ha sido la frontera natural entre Oriente y Occidente, con todo lo que ello genera. 

No sé si será común a otros conflictos étnicos, pero para mí es indistinguible si una persona es serbobosnio, serbocroata, bosnio croata o bosnio musulmán. Así que se me hace bola toda la historia de la guerra. Nos encontramos, además, con un choque intergeneracional fuerte: los más jóvenes no entienden cómo sus padres se embarcaron en esta guerra sin sentido, donde sienten que se luchaba por una religión o una identidad cultural. Quizá se nos haga más comprensible entender, en cierta manera, los conflictos ideológicos porque son más similares a lo que hemos vivido aquí... Así que, cuando le preguntamos a una chica serbia qué sentía ella que era, y nos dijo: "Yugoslava", pues es que era ya, lo que faltaba... 

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