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Más que recomendable: Día de Muertos en México

Si tuviera que elaborar una lista con las fechas a mi juicio más idóneas a la hora de visitar México, probablemente en los primeros lugares a considerar colocaría una fecha especial: las festividades entorno al Día de Muertos, entre el 30 de octubre y el 3 de noviembre.


En primer lugar, porque esta tradición simboliza el mestizaje de la nación. Me explico. El Día de Muertos tiene un origen mesoamericano (se estima que se lleva a cabo desde el año 1800 a.C.), ya que el honrar a sus difuntos era denominador común de varias civilizaciones prehispánicas. A la vez, coincide con los festejos católicos del Día de Difuntos y de Todos los Santos.

Además, en gran parte debido a la gran influencia del país vecino (Estados Unidos), se celebra también Halloween, conviviendo con total armonía con las fiestas religiosas. Todo ello configura una amalgama que otorga a estas fechas unas singulares características, que también difieren en parte dependiendo de los estados del país.


Otra particularidad es que, además de la gastronomía típica de estas fechas, como es el pan de muerto o las calaveras de dulce (seguramente nos parezcan tétricas, pero en México la muerte es parte de la vida, y es por eso que todo se mezcla con naturalidad), se componen las denominadas calaveritas, epitafios en forma de verso donde, con carácter humorístico, se representan diálogos entre la muerte y algún personaje aún vivo, las cuales finalizan con el mismo en la tumba (generalmente).


Pero lo más característico de estas fechas son los altares. Tienen, como ya digo, ciertos matices, en función del lugar donde se ubiquen, pero en general se colocan en las casas de los familiares del difunto, y poseen varios niveles. Se colocan diversas ofrendas en él, como la comida que más le gustaba o el tequila de su gusto, además de cirios, copal (una especie de incienso), agua y flores de cempazúchitl, entre otras muchas cosas. Todo tiene un significado, incluso la foto del difunto, generalmente reflejada en un espejo.


En esta tradición mexicana, se cree que los muertos se acercan a pasar el día con sus seres queridos. Así, por ejemplo, el día 1 de Noviembre regresan los niños, y el día 2 los adultos. Las tumbas se decoran con flores, y desde los panteones a las casas se diseminan pétalos de cempazúchitl por el camino, ya que éstos simbolizan la luz del sol y marcan el camino a seguir.

Son variados los destinos típicos para estas fechas, sin embargo, mi consejo es evitar las grandes ciudades y dirigirse a pequeños pueblos, donde las costumbres son más auténticas. Algunos de estos pueblitos son:

1.       Huaquechula, en el estado de Puebla. Cercano a Atlixco, la ciudad de las flores, se encuentra a escasos 60 km de la capital del estado (Puebla). Sin embargo, el viaje en transporte público dura unas 2 horas (y tiene un coste aproximado de $75, ida y vuelta). Bien merece la pena. Lo importante a tener en cuenta ir el 31 de Octubre o el 1 de Noviembre en la mañana, ya que, aunque se sigue festejando hasta el día 2, las casas se abren a los visitantes en esos días, y durante una semana más el acceso es casi restringido a los allegados. Y es que en este pequeño pueblo las familias de difuntos en el último año (en el resto de lugares, por ejemplo, si han fallecido en el último año no se les permite colocar altar, ya que se cree que no permiten al muerto que descanse en paz, y es partir del segundo año cuando se le festeja) abren sus casas, deleitando al visitante con comida típica, dulces y atole o chocolate.


Sus descomunales altares de unos 3 niveles (que simbolizan el cielo, la tierra y el inframundo) contrastan con sus sencillas viviendas, y es este contraste, unido al recibimiento que hacen a todos los desconocidos que se acercan a honrar a sus muertos el que hace que te sientas en un lugar especial.


En el ayuntamiento obsequian con un mapa con las casas abiertas para la visita, tenlo en cuenta porque aunque se trata de un pueblo pequeño, encontrar las casas también le da ese toque de aventurilla.
Para llegar, hay que tomar un camión de la central de autobuses (CAPU) a Atlixco, donde se toma un colectivo a Huaquechula (verde y blanco, salen a 2 cuadras de la estación de Atlixco).

2.       Lago de Pátzcuaro, Michoacán. Este lago, ya de por sí destino de visita, se llena en la noche de velas, cantos y gente. Desde las orillas del mismo se visitan sus islas, en especial la de Janitzio, donde los habitantes llenan el lugar de comida, bebida y luz para la fiesta de bienvenida a los muertos. En estos días no se duerme, solo se vela en el cementerio y se festeja una de las tradiciones más antiguas y que, en contraposición con la celebración a la muerte en otros lugares del mundo, resulta en una fiesta colorida y divertida.

Para llegar a Pátzcuaro, lo más fácil es hacerlo desde Morelia, la capital del estado, desde cuya central de autobuses salen más o menos cada hora.

3.       Xochimilco o San Andrés Mixquic, en la Ciudad de México. Si ya Xochimilco es un destino de visita, que enlaza el misticismo de sus canales con la alegría de sus coloridas embarcaciones, en esta festividad se realizan recorridos nocturnos llenos de encanto, donde se escenifican algunas famosas leyendas del país, como la de La Llorona. Muestra de la tradición, se pueden visitar altares y ofrendas en el barrio. A su vez, San Andrés Mixquic se caracteriza por el evento de “la alumbrada”, en el cual el panteón se ilumina por velas, tiñendo de naranja la noche gracias a la presencia (cómo no) de las flores de cempazúchitl.
Para llegar a ambos, lo más fácil es llegar a la estación de Taxqueña y tomar desde ahí un colectivo, ya sea a Xochimilco o a San Andrés.


4.       Oaxaca y Chiapas. Como no podía ser de otra manera, dos de los estados más tradicionales del país constituyen destino obligado de muchos en estas fechas. Para los tzotziles, es uno de los acontecimientos más importantes, junto con los ritos para las cosechas, y cada comunidad lo celebra con una solemnidad especial. Recoger todos los matices resulta imposible, pero cualquiera que se visite consistirá en una buena elección. Al igual que en Aguascalientes, Zacatecas o el Estado de México, casi cualquier pueblo ofrece particularidades dentro de una misma premisa: la celebración del regreso de los muertos a la tierra, al menos por unos días.


Así que ya sabéis, si vuestro vuelo coincide con las fechas, mi consejo es que os olvidéis por unos días del mundanal ruido, os abstraigáis de las grandes ciudades y os adentréis en el México más íntimo. Seguramente se os haga raro al principio, tétrico e incluso penséis que esto no es para vosotros. Pero poco a poco su espiritualidad os envolverá, y acabaréis embrujados por su hechizo. Y ojo, que nada tiene que ver con ser creyente en tal o cual religión. Por encima de eso, en México se respira espiritualidad, y ésta es una ocasión para formar parte de ello.

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