Dejando por un momento el DF de
lado (ya digo que ni en 100 días lo descubres por completo), la parada natural
en la ruta hacia el sur es Puebla. Heroica Puebla de Zaragoza, o Puebla de los
Ángeles (vamos, Puebla, a secas, de toda
la vida) es, pese a que muchos no habrán oído nunca hablar de ella, una
ciudad muy grande para nuestro pensamiento europeo, con sus aproximados 3
millones de habitantes.
La ciudad está rodeada por 4
volcanes, uno de ellos activo: el Popocatépetl, que en náhuatl significa cerro que humea, y vaya que sí humea, por
lo que la emisión de gases y ceniza, así como ligeros temblores, son bastante
habituales en la zona. Los otros 3, inactivos, tienen sus peculiaridades. A los
pies del Popo (o don Goyo, como lo llaman los habitantes de sus faldas)
descansa el Iztaccíhuatl o mujer dormida,
peculiar porque de él se cuentan historias y leyendas que envuelven al Popo y a
este gigante dormido. El tercero es La Malinche, que toma su nombre en honor a
la indígena que enamoró a Hernán Cortes, y el cuarto, Cuexcomate, situado en
medio de una colonia sin que casi nadie repare en él, es el considerado el
volcán más pequeño del mundo.
Por toda la ciudad se puede
apreciar el estilo colonial, de forma que, pese a su enorme magnitud, puede
parecer que estamos en una pequeña ciudad, incluso en un pueblito. Pese a que
dicen los mexicanos que los poblanos son los más culeros pipopes (pinche poblano pendejo), los que se fijan más en las
apariencias y no son como verdaderos mexicanos, hay de todo, como en todas
partes. Y desde luego, y según mi experiencia, en Puebla me encuentro como en
casa.
Para conocer la ciudad, basta con
dejarse llevar por las calles del centro histórico, sin perderse por supuesto
su catedral y el zócalo. De hecho, la catedral de Puebla a más de uno le
llamará más la atención que la del Distrito Federal, y tiene su explicación. Dicen
las malas lenguas que se enviaron a Puebla los planos de ambas catedrales, y
como llevaban la firma del mismo arquitecto, los intercambiaron sin darse cuenta hasta que ya había
comenzado la edificación.
A unas 3 cuadras (calles) del Zócalo se encuentra el Museo Amparo, digno de
visitar tanto por su colección permanente de arte prehispánico (la de arte
virreinal para quien le guste) y las colecciones temporales en ocasiones, como
por su terraza con vistas a la catedral. Preferentemente en lunes, ya que la
entrada es gratuita, así como en Noche de Museos (determinados sábados al mes,
el museo se abre hasta las 22 horas, también de forma gratuita, y ofrece
diversas actividades para niños).
En el Zócalo, junto al Palacio
Municipal, se encuentra una sala de exposiciones con colecciones temporales, y
que además de ser bastante interesante, es gratuita. Igualmente, por un corto
tiempo y a 2 cuadras del Zócalo se puede visitar la Biblioteca Palafoxiana,
nombrado Monumento Histórico de México, de estilo barroco.
Otro atractivo a mi juicio
imperdible es el callejón de los Sapos. Sobre todo en fin de semana, cuando
podemos encontrar un improvisado mercadillo artesanal, así como un mercado de
antigüedades de lo más variopinto. Solo los colores y la luz del callejón
merecen la pena.
Cerca de los Sapos, se encuentran
dos mercados interesantes: Analco, para artesanías del día a día, y el Parián,
de souvenirs y artesanías típicamente mexico-poblanas. Y por supuesto, hay que
perderse por el barrio del Artista, a un lado del mercado del Parián, desde
donde se puede ver la casa del Alfeñique.
En todo el centro histórico hay
buenas opciones de comida a precios razonables. En el zócalo puede que salga un
poco más caro, pero A Go Go (en la calle que va a los Sapos) puede ser una
buena opción, a buen precio. También el Café Milagros para un café o lo que se
quiera, o en el barrio del Artista, con promociones en cerveza. Si se quiere
degustar comida típica, los alrededores del Parián y de los Sapos ofrecen
múltiples posibilidades. Y por supuesto, estando en México, no hay que perderse
unos buenos tacos, ya sea en el zócalo (de asada y pastor) o en Las Ranas, La
Oriental, Don Pastor…
Para los amantes de los templos,
la Capilla del Rosario, dentro de la Iglesia de Santo Domingo, ofrece una
visión del puro barroco colonial, con todas las tallas de yeso bañadas en oro.
Pero si aún se quiere caminar un poco, o tenemos otro día para disfrutar de
Puebla, hay una parte no tan turística que merece la pena. Caminando por la 2 ó
4 Sur en dirección a Los Fuertes (o sea, en dirección contraria al Zócalo), se
llega a una gran avenida que cruza (el Boulevar 5 de Mayo). Tan solo hay que
atravesarlo, y llegamos al barrio de Xanenetla.
Este barrio data del siglo XVI, y
hace unos años era medianamente peligrosón.
Pero ahora no solo se ha convertido en una tranquila zona residencial, sino que
está lleno de murales de varios artistas locales, que le otorgan un encanto
único.
Tras recorrerlo y descubrir sus
murales, lo más fácil es que, tras perdernos un poco, lleguemos a Los Fuertes,
el bastión de defensa de Puebla hace un tiempo, y desde donde ahora, renovado,
se puede observar una de las vistas más bellas de parte de la ciudad.
Miles de opciones hay en Puebla,
no solo de visita, sino también de ocio. Sin embargo, en la noche, casi todo el
mundo, incluidos los poblanos, se van a disfrutar de la multitud de
posibilidades en la cercana Cholula.
Cholula está compuesto por dos
municipios principalmente: San Pedro y San Andrés. Fue un importante
asentamiento prehispánico, prueba de ello es la pirámide de Cholula, que cuenta
con la base más ancha del mundo. Sin embargo, está cubierta de tierra y en su
punto más álgido se encuentra un tempo católico, el de Nuestra Señora de los
Remedios. Si bien es cierto que el interior de la pirámide no tiene gran
relevancia artística, pasear por su loma y llegar a la iglesia, aunque sea para
ver las vistas, merece la pena.
El zócalo de San Pedro,
remodelado desde que ambos pueblos recibieran el reconocimiento de Pueblo
Mágico, insta a perderse en sus calles, y también a dejarse llevar por el
ambiente más tranquilo que se vive en Cholula.
Un lugar muy recomendable cuando
cae la tarde es la terraza del Pacha Mama, de comida tradicional mexicana,
desde donde se ven los volcanes, la pirámide, y la caída del sol.
San Andrés Cholula es más
divergente. Si te sumerges en lo que es el pueblo, es muy, muy rural. Si solo
caminas por la 14 Oriente (la calle de los antros
– así llaman a las discotecas – y bares), puede que te lleves una idea muy
parcial de San Andrés. Pero es cierto que si vienes a Puebla no puedes dejar de
salir por Cholula. Sean cual sean tus gustos, encontrarás lugares que te encanten.
Y si además tienes tiempo para pasar un día por Cholula, una opción muy buena
es rentar una bici. En el zócalo de San Andrés son gratis, y por tiempo
indefinido hasta las 18 horas que cierran, con solo dejar una identificación y
un depósito o fianza por valor de 150 pesos (unos 9 euros).
Para el alojamiento, ya sea en
Puebla o en Cholula, los hostales van desde los 125 pesos (Hostal Santo Domingo
y Hostal Casona Poblana son muy buenas opciones en el centro de Puebla, muy
bien situados, limpios, acogedores y con gran servicio) hasta los 200, en
función de si quieres habitación privada o no (de 7 a 12 euros por persona y
noche).
Por supuesto, con más tiempo, es
totalmente recomendable conocer la Avenida Juárez, la Paz, Angelópolis… Pero
como siempre, lo mejor de un viaje son las experiencias que compartes, la gente
que conoces, el mundo que descubres y tu propia idea de lo vivido.
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