Ir al contenido principal

Chiapas (segunda parte)

Siempre he llegado a San Cristóbal después de pasar la noche en autobús. Noches de 13 a 17 horas de viaje a las espaldas, con todo tipo de incidencias y aventurillas varias (digámoslo así). Así que siempre llego maldiciendo a los que vienen a darme información sobre hostales nada más bajarme del camión (no sé cómo mi cara de perro pulgoso no les alerta de mi humor infernal). Pero todos los males se van en cuanto comienzo a caminar por sus calles, noto su brisa fresca y me impregno de nuevo de su ambiente.


San Cristóbal de las Casas es uno de los Pueblos Mágicos de México (porque tiene esa denominación y porque realmente lo es). Rodeado de montañas, con su clima semi-húmedo, sus casas de estilo colonial, su ambiente bohemio, sus indígenas Tzotziles y Tzeltales (mayoritariamente), sorprende a la vista, pero también aturde a los sentidos. Pero en el buen sentido. Aturde porque impacta, pero resulta tan acogedor y especial desde el primer momento que enamora.

Nunca te cansas de caminar por sus calles, por su Andador Guadalupano, de perderte por su mercado de artesanías junto a la iglesia de Santo Domingo (preciosa, por cierto), de parar a comer o a tomar el típico café chiapaneco, de ver y sentir todo lo que Chiapas aúna y San Cristóbal concentra.


Aunque es cierto que a veces ves más extranjeros que lugareños, y eso te da la sensación de que el pueblo ha perdido un poco su esencia y está algo desvirtuado, también le da su encanto. Muchos de los mochileros que llegan a San Cristóbal vienen viajando solos, y encuentran aquí mucha gente como ellos con quien compartir los días por Chiapas. Ya digo que sí, hay muchos extranjeros, pero la verdad que la mayoría buscan conocer gente (aun viniendo acompañados) e intercambiar experiencias.

El alojamiento en San Cristóbal es muy variopinto, desde hostales más bien modestos por $60 (3,6€) hasta algunos muy bien equipados cuyo precio varía entre los $120 y $150 (7-9€). Nunca he ido a San Cristóbal con una reserva de hostal, y cada vez he ido a uno diferente, y la experiencia siempre ha sido más que positiva. Recomiendo el Puerta Vieja Hostel si se viaja con amigos, porque tiene un ambiente muy bueno pero es más para gente joven, y el Backpackers si se viaja con gente más mayor (tipo padres), pero ya digo que las opciones son múltiples y seguro que podéis descubrir un rinconcito acogedor y de vuestro agrado por donde sea que os mováis.

Por otra parte, desde San Cristóbal salen tours o autobuses (para quien desee planear el viaje por su cuenta) a todos los lugares de interés del estado (o a casi todos, al menos). Y esos son…:


San Juan Chamula

La más famosa de las poblaciones indígenas (mayas) de la zona, mantiene su cultura, tradiciones y los famosos usos y costumbres, pese a la masiva llegada de turistas. Se encuentra apenas a 30 minutos de San Cristóbal (las combis que suben a Chamula cuestan $11, se toman detrás del mercado, no el de artesanías, sino el de frutas, verduras, carnes, etc., también digno de ver por lo auténtico que resulta – si bien es cierto que en cualquier lugar de México si lo buscas, lo encuentras).

La iglesia de Chamula no solo es pintoresca por fuera. Su interior (la entrada cuesta $20, algo así como 1,20 €) no es solo indescriptible, sino además infotografiable (está prohibido tomar cualquier tipo de fotografía, vídeo, etc., y cuidadín porque con esto no se andan con tonterías). En ella, se llevan a cabo diversos rituales (curación de enfermedades, protección…) para lo cual los chamanes utilizan posh (un aguardiente regional elaborado mediante fermentación de maíz), huevos, gallinas… y coca-cola. Sí, sí, coca-cola (yo tampoco me lo explico).


Estos rituales tienen una interesante mezcla: por una parte, utilizan ritos prehispánicos; por otra, lo hacen enfrente de santos (cada santo en función de lo que se le vaya a pedir). En definitiva, y en mi opinión, Chamula es muy, muy recomendable, y no dejará a nadie indiferente.


Oventic

Se trata de uno de los cinco caracoles zapatistas (regiones organizativas de las comunidades zapatistas), situado aproximadamente a una hora de San Cristóbal. Se puede subir en combi, e igualmente se toman detrás del mercado. No hay combis de Chamula a Oventic, así que lo más recomendable es ir (el mismo día) primero a Oventic (temprano) y después a Chamula.

Al llegar, hay que esperar a que los zapatistas autoricen la entrada de los visitantes, y después, con uno de los compañeros zapatistas al que te asignan, se visita el pueblo y sus murales.


Mucha gente llega deseosa de conocer e introducirse en el mundo zapatista, con verdaderas ganas de saber más. Sin embargo, los zapatistas son muy recelosos respecto al interés real de cada quien, por lo que no contestan ninguna pregunta que vaya más allá de lo que estrictamente tienen planeado contar.


Chiapa de Corzo y el Cañón del Sumidero

Cerca de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado, se encuentra otro pueblito con encanto de los muchos que hay en la región y en el país: Chiapa de Corzo. Su cercanía al río Grijalva (donde se encuentra el Cañón del Sumidero, orgullo del estado y símbolo del mismo), sus tradiciones, su gastronomía y sus monumentos hacen de él un lugar entrañable para pasar un rato.

Llama la atención la Fuente Colonial o La Pila, en el centro del parque principal de la ciudad, que recuerda a las construcciones mudéjares que encontramos en el sur de España. Todo tiene un motivo, y es que su construcción se atribuye a un fraile andaluz.


El río Grijalva moldeó en esta zona el Cañón del Sumidero. Desde Chiapa de Corzo se puede acceder a todo el entorno en balsa. El precio de acceso al Parque Nacional es de $27 (aproximadamente 1,5€), que ya te incluye si tomas un tour en balsa ($160, unos 9,5€). Así que si te alojas en San Cristóbal, te sale mejor tomar un tour que te incluye el transporte a Chiapa de Corzo y las entradas por $200 (unos 12€).


Si dispones de coche, me parece más espectacular la vista desde los miradores situados en las zonas superiores, ya que desde ahí se puede apreciar mejor el impresionante desnivel de hasta más de 1000 metros entre el río y los acantilados rocosos que éste fue conformando.


En mi opinión, pese a ser casi visita obligada si vas a Chiapas, el Cañón del Sumidero no es ni de lejos tan impresionante como cualquiera de las otras maravillas naturales que ofrece la región.


Lagos de Montebello y cascada El Chiflón

Casi bordeando la frontera con Guatemala, se encuentra un conjunto de lagunas que conforma otro Parque Nacional. Su variedad de colores en toda la gama de azules y verdes al proyectarse la luz del sol en las aguas las hace particularmente atractivas a la vista (aunque mi mayor ilusión cuando fui era que podía ver la frontera con Guatemala, marcada con postes de madera – de hecho no hay paso fronterizo con Guatemala como tal, sino que en Comitán y alrededores hay muchísimos controles del ejército y de las autoridades migratorias), excepto si vas en un día nublado (como fue mi caso).


En cambio, cerca de allí se encuentran un grupo de cascadas verdaderamente mágicas. Aparecen de la nada, en mitad de un bosque más o menos frondoso, y se revelan como un lugar apacible. Hasta te imaginas duendes y hadas pululando entre los árboles.

No suele ser un lugar tan visitado como puede ser el Cañón del sumidero o las Cascadas de Agua Azul (un poco más abajo), por lo que si el entorno ya es más que agradable, el estar casi en soledad en este paraíso te reconcilia con el mundo aunque hayas pasado el más horrible de los días.


Ambos lugares pueden visitarse en tour desde San Cristóbal (el precio oscila entre los $300-$350, o sea, 18 a 20€) o desde Comitán, ya sea en tour (sobre todo por los lagos de Montebello, donde se necesita transporte de uno a otro) o por nuestra cuenta (para llegar a El Chiflón hay que ir a Tzimol desde Comitán). Hay combis desde San Cristóbal a Comitán (se toman al lado del ADO y cuestan unos $40, 2,5€) o también se puede ir en camión por $58 (3,5€). Ambos, al ser Parque Nacional y Centro ecoturístico, respectivamente, cobran entrada ($27 y $35).


Selva Lacandona

Tan auténtica como enigmática, la selva Lacandona es uno de los lugares más impresionantes que aún persisten en el planeta. Poblado de auténticos mayas (quiero decir, todos son auténticos, pero los habitantes Lacandones no solo persisten en costumbres, sino además, en cierta manera, aislados del resto del mundo), su nombre trascendió su curso natural con la aparición de los zapatistas y su Primera Declaración de la Selva Lacandona. Debido en parte a ello, la explotación turística y el expolio al que se vio sometida, entre otras causas, favorecieron el desarrollo de programas de mantenimiento y cuidado de la selva, que posee una de las mayores riquezas en flora y fauna de todo el continente.

Numerosos son los lugares y zonas que se pueden visitar en ella, incluyendo los restos arqueológicos de Palenque o Banampak (los más famosos, que no los únicos), para lo cual se necesita, en mi opinión, pasar unos días en la zona, ya que se encuentra casi en la frontera con Guatemala, a unos 300 km de Tuxtla Gutiérrez y a 365 km de San Cristóbal.


Cascadas de Agua Azul y Palenque

Sí, ha sido aposta. He dejado para el final dos joyitas que Chiapas nos ofrece, si bien es cierto que son turísticas a tope. Se encuentran cerca (no hay que olvidar que el tema de las distancia en México cambia nuestra perspectiva previa de ellas) de Ocosingo, al noreste del estado.

Las Cascadas de Agua Azul se encuentran a medio camino entre Ocosingo y Palenque, y constituyen algo más que un placer para nuestros sentidos. Ya digo que el lugar es súper turístico, y está repleto de gente, puestos de comida o artesanías, y vendedores ambulantes. Y sin embargo, es tan bonito y tan mágico que en cuanto caminas un poco y te abstraes de todo eso, el lugar te contagia su belleza, y te sientes de nuevo en paz con el mundo.

No solo es un complejo de cascadas, algo chiquito que captar en una foto. El lugar es enorme. Y sus aguas son de un color tan azul (debido a las sales de carbonato disueltas en ellas) que no solo sorprende (sí, ya te lo dice el nombre, pero es que no te lo esperas), sino que encandila. Bañarte en sus aguas no solo es recomendado, sino que por el calor que hace y lo limpias que se ven, es casi obligado.


Palenque, a su vez, es uno de los más importantes sitios arqueológicos de restos mayas. Si bien es cierto que es menor que otros como Tikal (en Guatemala), destaca por su arquitectura. Y a ojo de los menos expertos (hablo por mí), resulta precioso al estar rodeado de bosque tropical (aunque el calor que hace, agüita). De hecho, se pueden ir descubriendo pequeños restos, escalinatas y edificaciones que han hecho una perfecta simbiosis con los árboles y plantas de su alrededor.


Imperdible totalmente. Ya vayas por tu cuenta o en tour (el tour suele incluir también una parada en una cascada llamada Misol-Ha), disfrutarás no solo del recorrido (bueno, es largo y tedioso porque hay casi 400 topes en 200 km de trayecto, con lo cual se hacen unas 5 horas de Palenque a San Cristóbal) entrando y saliendo de zonas zapatistas (con los carteles de: “Estás en territorio zapatista. Aquí el pueblo manda, el gobierno obedece”), y podrás ver cientos de casas y pueblitos, con su rutina y encanto. De verdad que son cosas que no se pueden describir, tienes que sentirlas.

Se puede llegar desde Ocosingo en combis, en tours, o desde San Cristóbal en tour (o haciendo transbordo de combi en Ocosingo), por unos $350 (20€). Y muy importante, en época de lluvias (de mayo a octubre), las cascadas de Agua Azul no harán honor a su nombre, así que si no quieres encontrarte una sorpresa de color chocolate, ve a verlas el resto del año.

Resumiendo un poco, son múltiples las opciones en Chiapas, tan variopintas y diferentes que te hacen sentir en varios mundos a la vez. El ambiente sosegado de San Cristóbal, la naturaleza abrumadora de Lacandona O Agua Azul, la gente y cultura de Chamula, el misticismo de las antiguas culturas mayas como en Palenque o el ardor revolucionario de Oventic. Son solo algunos ejemplos de todo lo que aúna Chiapas, de todo lo que te transmite y, ya lo dije, de todo lo que te enamora. 

Comentarios

  1. No sabes cómo te agradezco este post...me voy en un mes a recorrer todo lo que mencionas además de Yaxchilán, Calakmul y todo el norte de Yucatán junto con holbox. Te nía dudas acerca de combis y transporte y me has ayudado mucho. dices que el Cañón compensa hacerlo en tour, y los lagos de Montebello? mejor por libre o en tour? Gracias gracias!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro mucho de que te sirva!! Yo siempre soy partidaria de que ir por tu cuenta, aunque no sepas muy bien cómo vas a llegar, siempre es más enriquecedor, pero el problema en los lagos de Montebello es que son como 55 lagos (de los cuales creo que unos 19 se pueden visitar) y necesitas ir en coche de uno a otro, no está muy preparado para otra cosa. Así que creo que la opción más viable es o bien tour desde San Cristóbal o tour desde Comitán (se tarda 1 hora desde San Cristóbal a Comitán) o desde donde te alojes, vaya. Supongo que desde Comitán sea más barato pero la verdad es que no lo sé seguro. Qué envidia me das!!! Disfrútalo que creo que tooodo el viaje te va a encantar :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Dicen que en Oaxaca...

En la ruta hacia el sur de México, a unas 4 horas de trayecto en camión (autobús) desde Puebla, y unas 6 desde México DF, se encuentra Oaxaca de Juárez. Oaxaca es una ciudad no muy grande (más viniendo del DF o de Puebla), capital del estado del mismo nombre, uno de los que guarda más tradiciones (además de ser también, tristemente, de los más pobres). Se puede visitar y conocer en un día, disfrutando de sus coloridas calles y andadores peatonales, de sus artesanías y mercados, y de monumentos como la Catedral o el templo de Santo Domingo. Además de los atractivos de la ciudad, los alrededores de Oaxaca proveen al visitante de numerosas alternativas para conocer. El árbol del Tule es uno de ellos. Es el árbol con el diámetro de tronco más grande del mundo, de edad desconocida (aproximada en 2000 años), orgullo de los oaxaqueños. Y en la misma ruta se encuentran Mitla e Hierve el Agua. Una de las dificultades a la hora de llegar a ciudades no tan grandes, al menos en

Un trocito de Pacífico

Que por cierto de pacífico no tiene nada… Las impresionantes costas Oaxaqueñas, además de no estar tan turistizadas como Acapulco o Puerto Vallarta, constituyen un lugar alternativo, de paz, surf y fiesta. Lo único no tan bueno que tienen es que se encuentran un poco lejos. Bordeando la costa de norte a sur encontramos lugares donde perdernos, como el Parque Nacional de las Lagunas de Chacahua, Puerto Escondido, Zipolite y Mazunte en Oaxaca (también Huatulco y sus bahías) y Boca del Cielo en Chiapas. Pero no son las únicas opciones. Más al norte, en el estado de Nayarit, se encuentra un lugar verdaderamente mágico: Playa Escondida ( ¡y vaya que sí lo está! ). Pertenece a las Islas Marietas, por lo que su acceso únicamente se lleva a cabo nadando. Se puede tomar un barco desde el embarcadero que lleva hasta la “entrada” donde hay que sumergirse y nadar hasta el otro lado de la cueva. Aquí podéis ver cómo: https://www.youtube.com/watch?v=8ZX5i1AZ3cQ Sin embarg

Taxco, Cuernavaca y Tepoztlán

No muy lejos del DF (ni de Puebla), se encuentran, entre otros, tres destinos interesantes, de gran belleza, y no muy alejados entre sí, por lo que son mi propuesta para un fin de semana (y por qué no, aprovechar este). Taxco de Alarcón, en el estado de Guerrero, no solo es Pueblo Mágico declarado, sino además recuerda mucho a los pueblos medievales del viejo continente. Famoso por su plata, resulta muy agradable callejear por sus calles empedradas, intrincadas y estrechas. Apetece fotografiar cada rincón, cada calle y cada casa, y sobre todo su majestuoso zócalo, donde se eleva con una belleza singular el templo de Santa Prisca, visible desde gran parte de la ciudad. Taxco es el centro minero más antiguo de América, y es por ello que se le conoce por sus minas de plata y por el tradicional trabajo que sobre ella se lleva a cabo desde la época virreinal (siglo XVI). Recomiendo encarecidamente deambular por las calles y callejuelas, dejándose llevar por su tranquilo y s